¿Y si aplicáramos de una vez por todas aquello de “la unión hace la fuerza” en lugar del “divide y vencerás”?

¿Y si aplicáramos de una vez por todas aquello de “la unión hace la fuerza” en lugar del “divide y vencerás”?

A pesar de las numerosas evidencias científicas que avalan el buen funcionamiento de las terapias naturales hay aún quien se empecina en denominarlas erróneamente “terapias alternativas”.  Con este calificativo se parte ya de un problema de base, de concepto erróneo que concluye con un total desconocimiento de lo que son este numeroso grupo de terapias y, lo que es peor, una desacreditación de las mismas totalmente gratuita.

Debería llamarse a cada cosa por su nombre una vez comprobada su eficacia y no enzarzarse en un discurso inútil y estéril que para terminar es dañino para todos: para terapias ancestrales, algunas de las cuales datan de antes de la medicina actual, para el profesional de las terapias naturales, que se ve atacado y ridiculizado, para la sociedad, que ve mermado su legítimo derecho a elegir la terapia con la que quiere tratarse, y para quien lanza afirmaciones infundadas, porque finalmente será diana de su propio descrédito.

Las terapias naturales no son “terapias alternativas” puesto que este atributo supone tener que elegir entre dos opciones. Son terapias complementarias a las convencionales, ni mejores ni peores; son terapias que podrían llamarse “cooperantes”: colaboran a lo que es, o debería ser, mantener la salud de las personas. Este tipo de terapias y la considerada ortodoxa no son enemigas ni excluyentes, por mucho que algunos insistan en definirlo así; juegan en la misma liga y con el mismo objetivo: prevención, tratamiento y recuperación del bienestar físico, psíquico y emocional, solo que con herramientas distintas. Es por ello que deberían colaborar y trabajar conjuntamente, cada una desde sus principios y con sus recursos.

¿Y si en pro del bien común se dejara ya de generar enfrentamientos basados en intereses económicos, en voluntades supremacistas de ser el poseedor de la “verdad absoluta”? ¿Y si se dejara de lado la colección de “egos” en pro de una visión más humilde capaz de reconocer que no existe un solo camino para llegar al mismo fin? ¿Y si reconociéramos que detrás de una evidencia científica se esconde una realidad empírica, punto de partida de las terapias naturales que tanto se critican y cuestionan?

En definitiva, ¿y si aplicáramos de una vez por todas aquello de “la unión hace la fuerza” en lugar del “divide y vencerás”?

Probablemente, con un poco de buena voluntad y unas miras un poco más amplias saldríamos todos beneficiados, como individuos y como sociedad.


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